Un día vendrás y, déjame decirte, te estaré esperando. Con los brazos abiertos, con una media sonrisa y un brillo inusual en los ojos. No con un beso, pues no vendrás pidiendo perdón ni permiso, solo por nostalgia, memoria y recuerdos. Solo por saber qué es de mí y en qué me he convertido. Preguntando por qué no te agarré cuando pude, si estabas a mi merced, tanto en cuerpo como en alma. Yo te diré que la juventud, los prejuicios y la propia corrupción de lo que debe ser una vida vivida para los demás, no permitieron que se colmatara. La pesada etiqueta y mancha negra no habrían dejado paso a otra cosa. Un día vendrás y hablaremos de todo y de nada. De esto y aquello. De lo tuyo y de lo mío. Seremos los sueños intermitentes que tuvimos, y podré escuchar tu voz y ver tu imagen real, por última vez. Porque solo eso será suficiente. Ya no de mí, como predije. Y contigo de la mano, de forma efímera, me podré pedir perdón a mí mismo. Y de ti saldrá una lágrima, la última que desgarre tu pómulo por mi culpa.
Gregorio S. Díaz "Un día vendrás"
