Veinticinco septiembres tiene este agosto. Quince otoños enfrascados en el último mes de un verano que parece ser más que un verano. Quizá, y solo quizá, sea toda una vida. Porque aquí acaba el camino, aquí se tuerce el destino, aquí terminó por deshilacharse el rojo hilo. En este mismo agosto se ha derretido todo lo que es memoria. En los días calurosos, ocultas bajo el nuevo cuadro de la pared, escondidas tras la canción que a veces no entiendo porque no sé si aún siento. El principio y el final en un mismo hemisferio. No de mi cuerpo, sino del pequeño planeta que fue nuestro. Las mismas calles, intactas, nos ven ya muertos. No tiene sentido el carnaval de aquel febrero ni el vestido azul de mayo. Tampoco el rojo y amarillo de abril ni la vainilla de julio. El tiempo no los ha desempolvado. El viento se ocupa de hacer una pirámide de todos los recuerdos, enterrados bajo un volcán de errores y miedos. Veinticinco septiembres tiene este agosto. Veinticinco septiembres que solo serán ruinas cuando alguien quiera leer y sacar a la luz todo lo que escribí recostado en tu pecho aquellas tardes de invierno.
Gregorio S. Díaz "Veinticinco septiembres tiene este agosto"
