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17 de febrero de 2024

El tiempo que pasa

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El tiempo que pasa, pasa. No aprieta, no exige, no mata. Pero sí que aprieta, sí que exige, sí que mata. No te das cuenta y el tiempo pasa. Llegado el momento, el tiempo se acaba. Y, ahora sí, nada aprieta, ni exige, ni mata. Solo eso, la nada. Oscuridad, no existencia, no más palabras. Atrás, lo que has hecho, querido y probado. Al limbo todo lo que no pudiste hacer, todas a quien quisiste querer, todo lo que no saboreaste. La nada. Aunque, de igual forma, cuando pasa el tiempo, cien, mil, diez mil años, de aquello no quedarán ni cenizas. Ni tu ropa, ni tus escritos, ni tu huella en la memoria de otros. El tiempo que pasa te mata tantas veces que ni las estrellas recuerdan que, un día, te dieron con su brillo en la cara. Porque ellas permanecen, porque tú pereces. Porque, aunque las manecillas del reloj no atenacen, ya que siguen impasible su compás, no podrás nunca, aunque les supliques, pararlas, controlarlas. Siempre avanzarán. Nunca podrás ya dar marcha atrás. El tiempo que fue, se marchó. El que es, ya se ha ido. El que vendrá, todavía no ha venido. Y, en ese claroscuro, miro la luna sin hacer nada, esperando a que el tiempo siga su curso. 


Gregorio S. Díaz "El tiempo que pasa"






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