Si algún día te preguntas por qué no fui corriendo, por qué no volví a la desesperada ni hice un último intento antes de que te desposaras, quiero que sepas que nunca rechacé el cuerpo a cuerpo, el cara a cara. Hubiera estado dispuesto a escribir con sangre una final palabra. Si algún día te preguntas, no me lo dijeron las lenguas de doble filo bordando en el corro de una plazuela un rumor como fino hilo. En indirectos fotogramas supe unos días antes que la promesa que hicimos se rompería justo cuando dejamos de ser niños. No derramé ni una sola lágrima, ni sentí el corazón deshinchado. Larga vida a la novia, grité en silencio. No me puse como loco a garabatear, ni bajé a los cimientos de mi pozo. No clamé venganza, ni maldije a dios, tampoco me corroyó el odio. Pude sonreír al recordar y al ver cómo el tiempo pasa, rápido. Porque, como comprobarás, ya he muerto y resucitado. Y no te lo tengo en cuenta, aunque hayas apuntalado el ataúd de mi muerte. No clamo al cielo por una nueva tormenta, solo te deseo buena suerte. Porque cuando digas de cerrar los ojos para siempre, verás dos vidas pasar por tu mente. Una, la que tienes. Otra, yo presente. Solo entonces sabrás que fue la vida que te imaginaste por años y no tuviste, echándome la culpa por ser un cobarde, haciéndote por primera vez protagonista partícipe de esa historia triste. Si algún día te preguntas…descubrirás que nunca buscaste las respuestas: que yo te quise como nadie, y con eso me voy a la tumba.
Gregorio S. Díaz "A la tumba"