Yo la conocí cuando no era nadie. Cantaba en garitos sucios y deprimentes ante siete borrachos de carretera que lo único que sabían era silbar y pedir la cerveza siguiente. La miraban con lascivia cuando movía su cadera y rotaba sobre su propio eje, alejándose del micro y poniendo los ojos en blanco, harta de siempre el mismo trabajo. Yo la conocí cuando me atreví a acercarme y preguntar por qué. Qué ganaba cantando aquella música misteriosa a quien no tenía oídos ni corazón para sentirla. Primero me apartó y quiso huir rápido, al escucharme se paró en seco y volvió su cara angelical para responderme que lo hacía simplemente para deleitar al dios del viento, que llevaría sus melodías por el mundo entero convirtiéndolas en eco eterno. Se esfumó aquella misma noche. Creo que con un tipo rudo y con bigote que había heredado decenas de miles de dólares. Otro amante pasajero al que regaló su tiempo, carne y lágrimas. Otro amor en el que inspirarse. Yo la conocí cuando no era nadie. Ahora ella es la Reyna y yo escribo una historia que tenga por banda sonora sus canciones etéreas.
Gregorio S. Díaz "Yo la conocí"