Si nunca nos volvemos a cruzar, dicen, entonces pertenecemos a mundos diferentes. Desde siempre. Solo el tiempo, con su lento y fugaz transitar, coloca en su casilla todas sus piezas. No lo creo. Porque no eres una borrosa memoria, no eres pasado. No fuiste, ni fuimos. Ahora estoy convencido. No llegaste a existir. No pisas esta tierra, ni ves este cielo. Yo te moldeé, a mi gusto, con mis diferencias, colocándote en cada parte del cuerpo y el alma aquellas que leía en las protagonistas de los libros que devoré cuando empezaba a ser. Yo te inventé para evadir la realidad, tus hechizos solo fueron mis propias maldiciones. Jugué a ser dios y me creí el cuento. La historia. Creí, fervientemente, en ti. Y ahora veo que solo fuiste imaginación, fe, locura. Algo por lo que luchar en unas calles y pasillos que pusieron la zancadilla, que dudaron constantemente de lo que era y podía dar. Donde podía llegar. Fuiste una sombra, un fantasma. Nada auténtica, nada verdadera. Un personaje de ficción más. Y es por eso que ya no vienes, que estás lejos. Te desvaneciste cuando la vida comenzó a ser lo que ha sido por siglos: fundir la existencia en horas de absurda laboral eficiencia. Te hiciste etérea cuando dejé de tener fe, en mí, en este valle sinuoso. Te marchaste cuando me di por vencido, cuando claudiqué. Cuando dejé de escribir, cuando me cansé de las fantasías, de las leyendas, de los mitos, de las fábulas. Te esfumaste y la orquídea de vainilla, la flor roja que no se marchita, la promesa que es promesa porque se jura ante dos niñas solo son recuerdos falsos que evoco en las madrugadas de insomnio y desasosiego. Pero atisbo un libro dedicado y en él una foto manchada con camisa a cuadros rosa y blanca de manga corta, y me digo que fuiste real. Luego miro al horizonte, al día a día que se puede tocar. Solo te creé para sobrevivir y te grabaste en mi memoria, no exististe, no llegaste a ser verdad.
Gregorio S. Díaz "Ni real ni verdad"
