En otra vida, septiembre venía con efervescencia alegre. Tenían las calles un color anaranjado y los nuevos comienzos se atisbaban en los antiguos horizontes. Cuando el sabor a ron etéreo dio paso al glorioso de tu saliva. Los días más allá del veinticinco de septiembre eran el momento perfecto para organizar toda una vida: libros, besos, fútbol y poesía. En esta, todo se ha oscurecido, porque ya se me ha hecho de noche. Hasta la tinta de mis letras se han manchado de negro. En otra vida, cuando de vez en cuando me leías, decías que no me entendías. En esta, que ya no lo haces, si es verdad que no comprenderías las mierdas que escribo. Porque a veces ni yo lo hago. Mis historias han llegado, casi, a su final. Puede que pronto terminen. Es que tienen recovecos donde no se ve nada y voy a ciegas y a tientas, tienen fantasmagóricas apariciones, epifanías extrañas, susurros infernales, eternas promesas incumplidas, locuras no cometidas. Como si las cuencas de los ojos se hubieran hundido por las noches de insomnio, como si mis manos temblaran porque no rozarán poros de piel abiertos de par en par a mi tacto. Todavía quedan algunos años de laberintos y epopeyas, de volver al pasado en busca de ruinas y cenizas, porque no se celebra nada en este mundo decrépito, que se va a la muerte con cada bocanada de aire. Porque en la historia tengo la conciencia, no limpia. Agarrotada, impotente. Porque allí estoy yo, atrapado. Y no me encuentro o no me dejas volver. Septiembre, ya lo ves, no es lo que era. Ni será lo que fue. Estos ojos, estas manos, tampoco. No tengo ya armadura y poquito a poco me voy quedando desnudo, enseñando lo que nunca creía que enseñaría. Tarde o temprano descubrirán lo que siempre he sido. Y ahora, que ya no me lees, no sabes lo que fue que te callaras y sonrieras cuando por voluntad propia te mostré mi cuerpo emponzoñado. Lo que fue dejar de ser invisible por primera vez. Lo que septiembre hizo y creó. Lo que aquello fue.
Gregorio S. Díaz "Lo que aquello fue"