Bajo tus sábanas, tan solo posees reproches. Una sonrisita a primera vista, puede que un beso apasionado y un jadeo de los de antaño. Solo eso hace falta para que rompas el lazo con el está sellada tu cama y me incrustes, cual dagas, cada uno de esos reproches que con celo guardas. Con reproches de tinta llenarías, esta vez, mi espalda. Me tirarías a la cara todo por lo que soy y nunca quise ser. Y, sin embargo, firmemente afirmo que cambiarías, azarosa, ágil y veloz casi todo el camino andado. Que buscarías cualquier salida a la que pudieras aferrarte, para hacer que en algún punto del tiempo nos encontráramos. Reproches, lo sé. No hay otra cosa. En cambio, yo solo intercambiaría memorias. Dejaría, para siempre, una cinta que escuchar en los largos inviernos de nieve, frío y fuego. Plasmaría una vida que se ha apagado, que parece que no fue mía. Que ya he vivido y casi no recuerdo. Te devolvería pensamientos con los que me he hecho desde el principio hasta este tiempo. Te pagaría en oro tus desasosiegos. Cada lágrima que ha surcado el páramo que hay justo en la tierra de nadie que es el valle debajo de tus ojos. Te pediría, en fin, crear abismos evocando imágenes en movimiento, susurros olvidados, gemidos auténticos. Que garabatearas, en un párrafo, cómo fue darnos el primer beso entre una marea de cuchicheos. Desde este interregno en el que me hallo saldría rugiendo por dejar una huella a la historia de lo que tan solo fue nuestro. Pero no lances reproches, pero no preguntes si me he equivocado. En lo profundo lo tengo claro.
Gregorio S. Díaz "Reproches"