Rostro, dedos y voz. Solo eso entre una penumbra negra, como recuerdos que no han existido, del futuro, sobre los que se deslizan figuras borrosas pintadas en un lienzo. De aspecto triste y tímido, volvías a ser una niña entrelazando las manos torpemente, moviéndolas a la altura del vientre, como si así te explicaras mejor. Luego una voz dulce, que ya no recuerdo cómo sonaba. Si aún había algo. Si quedaba tiempo. Si existían raíces enterradas a metros bajo la tierra que ha llovido del cielo desde la primera vez que nos llovió. Si habría otra vida, otra época, otra historia. Algo así como una reencarnación. Si salía otro tren de la estación en blanco y negro desde la que recompongo las piezas de la Historia. Si volveríamos a nacer, si quedaba poco para morir. Si tenía miedo, si me arrepentía, si contestaría. Si te odiaba. Si albergaba nostalgia, melancolía. Si había olvidado. Si te quería. Callado, a sabiendas de que caminaba en los dominios de Morfeo, las palabras no me salían. Supongo que son las mismas con las que cosí las heridas, las que ahora brotan componiendo novelas rotas, sufridas. Rostro, dedos y voz. Solo eso te basta para generar vida en quien tiene la vida perdida. Para que piense en cada una de las preguntas no respondidas.
Gregorio S. Díaz "Rostros, dedos y voz"