Que sí, que yo he tenido mil disfraces. Que jugué a perderte en mis traviesos juegos, que te dibujé cada uno de mis sueños, que te expuse mis miedos, te dije quién realmente era yo. Que te juré que eras el amor de vida, que te subí en una montaña rusa sin dirección ni veleta, que te regalé mis besos más profundos, los de verdad, mis miradas más seductoras, las más sinceras, mis manos más firmes, sin temblar. Que visitamos lugares que hicimos nuestros y llevan tu nombre y el mío, que te esbocé en promesas el futuro y no tuve miedo cuando la tormenta amenazó con partirnos en tres. Pero también fui Finch el cabrón, el escurridizo, el miedica, el gamberro, el tristón. Que sí, que cometí un millón de errores, que dejé una noche que me rondaran los fantasmas y permití que otros besos etéreos me acecharan. Que me sumergí en el agujero azul, que dejé entrar a intrusos en la mente, que sembré dudas en el corazón. Que quise huir, alejarme, porque es lo que siempre había hecho por miedo. Porque no podía estar en el castillo siendo el monstruo del cuento, manchado de negra sangre. Que sí, que puede que haya perdón y agradecimiento, pero tarde de nada valen. Que sí, que tengo manía con soltar. Pero quizá—solo quizá y no es reproche—dejaste que me desvaneciera, te alejaste de mi contagiosa tristeza, de todas mis incertidumbres. Aceptaste lo que no se acepta, cuando quieres a alguien. Porque quizá no necesitaba soltarme, sino que agarraras, justo antes de al abismo caerme.
Gregorio S. Díaz "Mi agujero azul"
